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La República Dominicana se ha convertido en un manicomio abierto.

Como sociedad, somos expertos en aprender de desastres, pero totalmente ineficientes en la prevención.

En los últimos años, la salud mental de nuestro país se ha visto muy afectada con diversos acontecimientos, al punto de viralizarse. Pero en eso queda; en temas de palestra que a las horas pasan de moda y que pocos luego recuerdan.

Activistas y organizaciones sociales han abogado por mucho tiempo, en la priorización de la salud mental en nuestro país.

El acceso a uno de estos tratamientos se va tornando cada vez más difícil de obtener, debido al alto costo que representa siquiera una consulta psicológica.

Un tema que debería ser de preocupación nacional, ya que más del 34% de la población sobrevive con el sueldo mínimo, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), que es una sustanciosa parte de la población.

Apenas el 1% del presupuesto de salud nacional se invierte en salud mental. Esto resultará, desde mi perspectiva, en la creación de psicopatías masivas, y luego será muy tarde para invertir en prevención.

En este tema se ha presentado gran desatención y despreocupación por la situación.

Recientemente, vimos un ejemplo en la PUCMM que se podría replicar de manera descontrolada en toda la sociedad, aún más si no se previene con la inversión y atención necesaria.

Carlos Daniel

A Carlos Daniel González, lo conocí hace unos años mientras cursábamos preparatoria. Siempre ha sido un joven muy reservado, culto y apasionado por la literatura.

Su hermetismo era muy interesante, eso me atrajo a conocerlo cada vez más. Aunque con casi todos mantenía distancia.

Su elocuencia y persuasión siempre fueron muy tentadoras para mí, que conocía sobre ello. Su voz generaba gran intriga.

Siempre pensé que Carlos era como el oro en tierra de aborígenes, desconocíamos su valor intelectual, pues nunca habíamos visto a un joven con intereses literarios tan altos al nivel que su concentración escolar dependía de escuchar sinfonías como la de Beethoven.

Creo que los descontroles mentales de un individuo no deben ser un tema para lacerar a una persona, aún más cuando las condiciones dadas en el país son propensas a más casos como estos.

Mis argumentos sobre este caso los expuse, pero me hice las siguientes preguntas:

  • ¿Por qué las instituciones académicas con conocimientos de ese comportamiento no lo informaron a las siguientes?
  • ¿No existen pruebas psicológicas en las universidades?
  • ¿Por qué la joven no denunció el caso y en vez expuso sus notas de voz en torno de burla?
  • ¿Si solo el joven es culpable, por qué existe reciprocidad en las conversaciones?
  • ¿Por qué no se afirma que este joven es un erudito que tiene una debilidad mental, cuyo estado representa una amenaza para sí mismo y no tanto a externos?

Estoy convencido de que en otro país con un mejor interés por la salud mental, este joven sería influyente en la sociedad por sus conocimientos, pero aquí solo se viraliza el morbo y populismo. Y este post será el ejemplo. Carlos es una víctima del sistema dominicano.

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