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Escrito por: Misael Lachapel

Recuerdo que el día en que me juramenté en la Fuerza del Pueblo me dieron la oportunidad de hablar.

En mis breves palabras hice un recuento de algunas de las grandes obras de Leonel Fernández: la creación del ITLA y del programa de inglés por inmersión; la introducción de la computadora en el país y la eliminación de los impuestos aduanales a la tecnología; la apertura de centros de alfabetización digital; la construcción del Metro de Santo Domingo, túneles, elevados y carreteras; la tasa cero a los utensilios agrícolas; la modernización del Estado y la Constitución que creó las altas cortes, garantizando los derechos ciudadanos a través del Tribunal Constitucional.

No se trata solo de grandes proyectos. También mencioné la modernización de la burocracia, con la facilidad para obtener una licencia o recibir un documento el mismo día; la transformación de la Oficina Nacional de Pasaportes; el desayuno escolar; la entrega de libros, uniformes y zapatos en las escuelas públicas; y los incentivos económicos a las madres por enviar a sus hijos a estudiar. Elevó a los maestros de las escuelas públicas a clase media mediante mejoras salariales. Brindó oportunidades a los jóvenes meritorios con becas nacionales e internacionales y premios a la excelencia estudiantil. Implementó leyes que otorgaban exenciones fiscales a los dominicanos en el exterior durante las festividades de diciembre y julio, y abrió la puerta a la doble nacionalidad, permitiendo que los dominicanos conservaran su ciudadanía aunque adquirieran la de Estados Unidos u otros países.

Leonel logró en apenas 12 años lo que otros no pudieron en siglo y medio. Lo hizo porque fue el primer gobernante que asumió la presidencia defendiendo causas. En la campaña de 1996 no era un candidato común con promesas vacías; era un líder que asumía causas concretas.

Como profesor en la UASD, veía a muchos estudiantes ausentarse por la ineficiencia del transporte, y a empleados llegar tarde por los interminables embotellamientos. En esa campaña asumió la causa del Nuevo Camino y, en su primer gobierno, construyó carreteras como ningún otro, además de túneles y elevados que agilizaron el tránsito. Creó la OMSA, que transportaba a cientos de miles de trabajadores y estudiantes a precios accesibles y con comodidad.

Se preocupaba por los niños que no asistían a la escuela por falta de libros y uniformes, y por aquellos que, por hambre, se dormían en clase. Asumió la causa de proteger a esos niños y se solidarizó con los padres que no podían costear la educación, incentivándolos mediante la tarjeta Solidaridad. En su segundo gobierno, construyó el Metro desde Villa Duarte hasta el Centro de los Héroes, transformando la vida de miles de trabajadores y estudiantes.

Como profesor, también observó que gran parte de la matrícula universitaria provenía del interior del país; muchos dormían con familiares y otros desertaban porque no podían sostenerse en la capital. Leonel construyó primero torres para albergar a esos estudiantes, y luego asumió la causa de ellos y de las madres que sufrían la separación de sus hijos, edificando más de una decena de universidades en las principales provincias, dotadas de modernidad y tecnología.

Cada obra de Leonel responde a una causa noble, incluyendo la vida de los dominicanos en el exterior, a quienes conoció de primera mano como hijo de una enfermera emigrante en Nueva York. Por eso, desde su gobierno, apoyó de manera constante a la diáspora dominicana.

Hoy, la República Dominicana atraviesa una etapa difícil, con un gobierno que endeuda el país sin propósito, jóvenes graduados sin empleo, profesionales trabajando en áreas ajenas a su formación, y una creciente frustración ante la falta de oportunidades reales y la desconfianza en los políticos tradicionales. En ese contexto, el nombre que genera confianza es el de Leonel Fernández, el padre del Estado moderno.

Paradójicamente, siendo el político con más experiencia y edad, es quien mejor comprende a los jóvenes. Fue el primero en hablar sobre inteligencia artificial y el único que puede servir al país desde la experiencia y el conocimiento. En una nación donde los jóvenes desconfían de los políticos tradicionales, el camino seguro es acudir al sensei que comprende nuestra realidad: el líder que trajo la modernidad, impulsó la economía y puede volver a servir con sabiduría y visión.

El país vive una crisis generacional, con jóvenes atrapados entre el deseo de progreso y la frustración por la falta de oportunidades. La única solución viable es Leonel Fernández, el líder que introdujo la tecnología al país y que puede convertir la inteligencia artificial en una herramienta de crecimiento.

Leonel no es un candidato más; es el arquitecto de la transformación digital dominicana, un mentor de la nueva generación. Estudios cualitativos y encuestas confirman que Leonel es la autoridad moral e intelectual sobre el futuro del país. Mientras otros ofrecían cifras falsas, él encabezaba seminarios sobre inteligencia artificial y trajo al país al robot Sofía, anticipándose a los tiempos.

La mayoría de los dominicanos sabe que Leonel comprende mejor que nadie el impacto de la IA en el empleo. Con él, esta era tecnológica será una aliada, no una amenaza. Es el único capaz de crear la República del Futuro, donde la inteligencia artificial trabaje con nosotros y no en contra.

Con Leonel en la presidencia, los jóvenes serán el nuevo petróleo y oro del país. Los profesionales sin empleo podrán reentrenarse y aprovechar las nuevas oportunidades. Como él mismo dice: solo quien tiene experiencia exitosa y entiende el futuro puede gobernar el presente.

Todos los dominicanos saben que el único capaz de garantizar que el país no quede obsoleto ante la revolución tecnológica es Leonel Fernández.

Leonel es futuro, esperanza, conocimiento, juventud, oportunidad y confianza. Es un guía que encamina al país con inteligencia. Cuando pensamos en estabilidad, modernidad y desarrollo, el nombre que llega a la mente es Leonel Fernández.

Cuando el país pensó en el mañana, fue Leonel quien lo modernizó. Hoy, el futuro necesita experiencia, no improvisación. Es hora de cambiar al PRM por el líder que representa futuro, oportunidad y conocimiento.

Soñemos con una República Dominicana donde las mujeres, sin importar su ocupación, estén formadas en tecnología; un país líder en jóvenes que dominen la inteligencia artificial y la creatividad; donde la música urbana se apoye en la IA para alcanzar nuevos niveles de éxito e innovación; y donde barrios como La 42, Capotillo, Guachupita y Los Mina dejen de ser sinónimo de desempleo, drogas y crimen, para convertirse en espacios de talento y progreso.

Leonel no baila reguetón, pero entiende a los jóvenes que se inspiran en las canciones del Alfa, Rochy o Yailin, porque sabe que los jóvenes de la 42, Capotillo, Los Tres Brazos y Los Mina necesitan de un presidente que no los imite, sino que los comprenda; un líder que entienda sus luchas por sobrevivir en un mundo difícil y asuma su causa como propia.

Leonel lo hizo antes. Ahora lo hará con nosotros. Porque, definitivamente, el futuro tiene memoria.

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