El nuevo orden mundial postcoronavirus y lo que debemos hacer hoy
Getting your Trinity Audio player ready...
|
En este momento todos nos preguntamos cómo será el nuevo orden mundial tras el coronavirus. Se hace evidente que con el COVID-19 nada será igual que antes y que ya está en gestación y desarrollo un nuevo orden mundial.
Las grandes crisis y los escenarios más catastróficos generalmente dan lugar a nuevos modelos sociales organizativos, a replanteamientos y cuestionamiento del viejo modo de hacer las cosas.
En esta misma dirección, va el artículo publicado por el exsecretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, en el Wall Street Journal, titulado: “La pandemia de coronavirus alterará para siempre el orden mundial”.
En el mismo afirma claramente: “Cuando termine la pandemia de Covid-19, se percibirá que las instituciones de muchos países han fallado. La realidad es que el mundo nunca será el mismo después del coronavirus”. Según su consideración, la lucha por la salud y contra las crisis epidemiológicas debería dar forma a la estructuración del próximo orden mundial.
Las prioridades ya no pueden ser las de antes. Anteriormente, la importancia que les dábamos a la salud se podía medir en las partidas presupuestales que le asignaban los gobiernos, pero ahora eso debe cambiar. Empezando por cambiar las políticas públicas ante las crisis sanitarias a las que el sistema actual no ha sido capaz de responder.
También debe repensarse si es necesario un ejército compuesto por más de 50,000 soldados, cifra que no guarda proporción con nuestras reales necesidades de defensa y que más bien distrae recursos que pudieran ser más útiles y necesarios en áreas más urgentes y productivas. Lo mismo debe hacerse con los 200 y pico de diputados y los más de 30 senadores que consumen partidas presupuestales que encarecen demasiado nuestra democracia y que no se justifican a la luz de nuestras necesidades más urgentes.
La crisis económica y la recesión que sobrevendrá cuando regresemos a la ¿normalidad?, amerita que estrechemos los controles en el manejo del erario público, para extender lo más posible el rendimiento de recursos escasos ante necesidades múltiples y urgentes. Los sueldos lujosos y los privilegios que acompañan a los altos cargos públicos deberán experimentar recortes, para dar un ejemplo de sacrificio, moderación y austeridad en la gestión de la situación de emergencia nacional.
Es imperativo un nuevo contrato social que recupere el equilibrio social, que restaure el orden moral, combatiendo la corrupción, y que mejore los efectos del caos inminente en las poblaciones más vulnerables y amenazadas del país.
El cambio en la forma, los modos y el fondo que motorizará el orden postcoronavirus, también debe abarcar un estilo de vida más amigable y respetuoso del medioambiente, que cambie nuestra relación con el planeta y que deseche la tala de árboles, el dispendio derrochador que presiona los sistemas de agua junto con la contaminación plástica, haciendo un consumo más responsable y consciente.
El Gobierno deberá legitimarse no solo electoralmente, sino constantemente, satisfaciendo las necesidades fundamentales de las personas en cuanto a orden, seguridad, bienestar y justicia. Como dijo Kissinger: “El desafío para los líderes es manejar la crisis mientras se construye el futuro. El fracaso podría incendiar el mundo”. De ahí que necesitamos un liderazgo receptivo, responsable e incluyente.
Tendremos que volver en la administración pública a “el hombre para el cargo y no el cargo para el hombre”, es decir, que deberá acabarse la colocación de políticos sin experiencia, preparación ni conocimientos en las funciones en que se les improvisa, y cuyos errores y decisiones nos resultan muy costosos. En esto tendrá que haber más control.
En el nuevo orden postcoronavirus deberá florecer una nueva relación entre los humanos más ligada a la solidaridad y al sentimiento de comunidad, donde impere el respeto al orden establecido, la cultura cívica y el amor al prójimo.
En ese tenor, y en este preciso momento, solo cabe adherirse a la cuarentena total hasta el treinta de abril y el retorno paulatino a la normalidad a partir del primero de mayo.