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En medio de la epidemia de coronavirus han salido a luz pública, en los últimos días, múltiples encuestas de opinión que no merecen ningún crédito, indistintamente de que favorezcan a un litoral u otro. Es que hasta para elaborar la ficha técnica habría inconveniente, dada la situación de aislamiento en que se encuentra  la gente para prevenir el contagio.

Para elaborar una ficha técnica de 1,200 personas en todo el país hay que tener presente un conjunto de variables, tales como edades, sexo, niveles social y cultural, zona rural o urbana… ¿Dónde están esas personas para ser encuestadas? ¿En los bancos y en los supermercados? En esos lugares difícilmente haya personas de la zona rural. En las filas bancarias tampoco encontraría (salvo excepciones) a los denominados nuevos votantes, jóvenes a los que regularmente hay que darle el pasaje de la universidad.

La mayoría de las firmas encuestadoras carecen de crédito por la falta de seriedad. Venden datos, datos inventados, a  partidos políticos que viven permanentemente en una guerra de oferta de percepciones, sin hacer reparo siquiera en que nos encontramos en medio de una crisis sanitaria.

De esas firmas que hacen estudios de opinión hay dos que merecen atención y respeto. La Gallup y Mark Penn/ Stagwell. La primera no ha estado, en los últimos eventos, publicando resultados de encuestas políticas. La última ha sido certera, al proyectar resultados de acontecimientos políticos. Mark Penn/Stagwell adelantó dos retratos sobre las primarias del PLD y sobre las elecciones municipales del pasado 15 de marzo.

Pero muchos hacen sus  evaluaciones en un ejercicio profesional y desapasionado. En estos momentos ninguno de los candidatos tiene el 50%. Por lo menos en las encuestas reales. El PRM siempre estuvo oscilando entre un 36 y un 46. Y se disparó al 50 y pico a raíz de las protestas de los jóvenes de la Plaza de la Bandera y de los cacerolazos que estremecieron al país, en señal de rechazo de parte de la población al sabotaje a los comicios del 16 de febrero y al cúmulo de excesos del partido gobernante.

Si entre el 16 de febrero al 16 de marzo se hubieran celebrado elecciones presidenciales no hay ninguna duda de quién hubiese sido el ganador de forma aplastante, pero el electorado no es estático y constantemente  registra variaciones.

Naturalmente, un candidato que en una encuesta seria, que cumpla con los rigores científicos,  tenga un 45%, ese 45% se puede convertir en 50%, pues en un proceso eleccionario sólo se computan votos válidos emitidos. Los indecisos y posibles abstencionistas se registran en las encuestas. Es evidente que el PRM está en primer lugar y por más de 15 puntos de su más cercana competencia, que es el señor Gonzalo Castillo, un candidato difícil de vender y que por más que sumo y resto no me da mayoría absoluta en ningún escenario electoral.

Hablo, lógicamente, de un análisis de comicios libres, lo que pudo lograrse el pasado 15 de marzo bajo la amenaza de que fue objeto la JCE de parte de los jóvenes de la Plaza de La Bandera y los cacerolazos que se sintieron en todo el país. Contrariamente no se celebran.

Los peledeístas han querido resaltar los resultados obtenidos por sus candidatos a alcalde en todo el país. No se dan cuenta que en los municipios influye mucho el liderazgo local, a veces más que la fuerza del partido. El PLD tiene que entender, además, que la media de popularidad del conjunto de sus candidatos a alcaldía en todo el país está muy por encima a la de Gonzalo Castillo.

No es el caso del doctor Leonel Fernández, que a pesar de que está en tercer lugar, no muy separado del segundo lugar, es un hombre que goza de simpatía entre los peledeístas y podría reagruparlos en torno a su figura, desde la Fuerza del Pueblo, en el hipotético caso de que pase a una segunda ronda electoral, que no es descartable.

No se descarta tampoco un entendimiento entre Danilo Medina y Leonel Fernández. De hecho, hay quienes diseñan muñeco en esa dirección, bajo la ponderación de múltiples alternativas, por lo que el panorama político podría registrar variaciones de aquí al 5 de julio.

Lo que está por verse es a quien afecta y a quien favorece la gran abstención que podría registrarse el 5 de julio. Si para las municipales del 15 de febrero, en un ambiente de aparente normalidad, apenas sufragó el 47%, ¿cuál sería el porcentaje del 5 de julio?

Las condiciones sanitarias no son propicias, pero todo luce que la oposición está decidida a participar en esos comicios, aunque apenas participe el 30% de los electores (bajo la tesis de que lo que es igual no es ventaja),  debido a la gran desconfianza que tiene a un gobierno que, entre sus opciones, baraja una crisis política o vacío institucional. La oposición no deja de tener sus razones.

Sin embargo, de celebrarse el torneo electoral el 5 de  julio, las posibilidades de fraudes son elevadas, pues la propia JCE está consciente de que pocos se motivarían a lanzarse a las calles a protestar bajo el temor del contagio, aún estemos en lo que se denomina la cola del virus.

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