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Las personas que sufren enfermedades sistémicas graves tienen mayor riesgo de depresión.

A pesar de que la combinación de ambas patologías tiene consecuencias dramáticas poco se sabe sobre la relación entre ellas.

Un estudio realizado con ratones indica que, al margen de otros factores, los tumores contribuyen de forma directa a la aparición de este trastorno psicológico.

Cuando un paciente oncológico entra en una depresión, tiene menos posibilidades de supervivencia y más opciones de no cumplir con el tratamiento. Por eso, «comprender los mecanismos que subyacen a la depresión asociada al cáncer tiene una importancia clínica profunda», señalan los autores de este trabajado en las páginas de ‘Proceedings of the National Academy os Sciences‘.

Según el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, alrededor del 25% de los pacientes de cáncer está deprimido y sólo un 16% recibe terapia. En el caso de las afectadas por un tumor de mama, el porcentaje de mujeres con trastornos del ánimo alcanza el 60%. Las causas de este fenómeno no se conocen con detalle, aunque los expertos señalan tres posibles orígenes: la preocupación ante la propia enfermedad, los efectos tóxicos de la quimioterapia y los efectos biológicos directos del tumor.

Respecto a esta última hipótesis, Leah Pyter, principal investigadora de este estudio, y sus colegas de la Universidad de Chicago partieron de la base de que las células tumorales producen localmente grandes cantidades de unas moléculas llamadas citoquinas proinflamatorias. Estas proteínas son capaces de inducir comportamientos depresivos (anhedonia, letargia, falta de apetito…) si alcanzan el cerebro.

En este caso, utilizar animales como sujetos de análisis es «particularmente útil», matiza Brian Prendergast, otro de los investigadores. «Las ratas no tienen conciencia de la enfermedad y, por eso, los cambios en el comportamiento son previsiblemente el resultado de factores biológicos puros«, añade.

Los roedores, que padecían tumores de mama, fueron sometidos a las mismas pruebas utilizadas para comprobar la eficacia de los fármacos antidepresivos. Éstas están diseñadas para detectar síntomas depresivos como pérdida de interés o de apetito. Además, comprobaron si existía alguna anomalía endocrina que explicara la presencia de dichos comportamientos.

Pyter y su equipo determinaron que las ratas que padecían un tumor presentaban síntomas depresivos y que estos podían explicarse por la aparición de dos fenómenos. Por un lado, la síntesis de las citadas citoquinas, y por otro la alteración del eje hipotálamo-pituitario-adrenal, el encargado de controlar el efecto de estas moléculas.

«Nuestro trabajo demuestra que los tumores inducen la producción de dos moléculas, una por el sistema inmune y otra por el eje hormonal del estrés, que son responsables [de la depresión]», señala Leah Pyter. Sus análisis confirmaron además que la aparición de estos síntomas no se debía ni al tratamiento ni a una predisposición a padecer este trastorno.

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